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martes, 30 de abril de 2024

EN ESTO PENSAD, mayo 2024

La Voz de Dios
parte 3
Mervyn Wishart

viene del nº anterior
5. En las Escrituras

En la coronación de la reina Elisabeth II, en 1953, se le dio un ejemplar de las Escrituras. El Moderador de la Iglesia de Escocia hizo la presentación con estas palabras: “Le presentamos este Libro, la posesión más valiosa que este mundo tiene. Aquí hay Sabiduría. Es la Ley real. Éstos son los oráculos vivos de Dios”. No es suficiente decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios, porque ella es la Palabra de Dios. Es la divina exhalación, que sale caliente del
Todopoderoso (2 Ti. 3.16). Esto se conoce como inspiración verbal, y significa que los pensamientos de Dios son comunicados con precisión infalible.
    El escritor a los Hebreos comienza su epístola así: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (He. 1.1). Oímos la voz de Dios a través de la Palabra escrita. Gran cantidad de veces en el Antiguo Testamento aparecen expresiones como: “Ha dicho Jehová”, “Jehová mandó”, “Así dice Jehová”. En ningún lugar leemos de la inspiración de los pensamientos o conceptos de los hombres. No eran ni autores ni comentaristas, sino canales o instrumentos mediante los cuales se escuchaba la voz de Dios.
    En el Nuevo Testamento, Pablo habla de la misma manera acerca de sus escritos: “lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu” (1 Co. 2.13). El Señor Jesucristo afirmó que la inspiración de las Escrituras incluye la letra hebrea más pequeña, la “jota”, y la marca fonética más pequeña, la “tilde”. “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt. 5.18).
    Así que, cuando leemos las Escrituras, siempre deben estar abiertos nuestros oídos para oír en ellas la voz de Dios. Digamos como Samuel: “Habla, porque tu siervo oye” (1 S. 3.10). Tengamos presentes las palabras del Señor Jesús: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4.4).

6. En Su Hijo
    “Dios… en estos postreros días nos ha hablado por [en] el Hijo” (He. 1.1-2). Podría ser que Dios preservó anónima esta epístola para enfatizar que Él es quien habla. “Dios, habiendo hablado… en estos postreros días nos ha hablado…”.  La exhortación es: “Si oyereis hoy su voz” (He. 3.7); “la palabra de Dios es viva y eficaz” (He. 4.12); “Mirad que no desechéis al que habla” (He. 12.25).
    Dios ha hablado en Aquel que es Su Hijo. El texto usa el pretérito, para indicar algo completado. Es la final palabra de Dios; no tiene nada más que decirnos. Todo es revelado en Cristo. Las otras epístolas también, escritas después de la ascensión de Cristo, revelan más de las glorias del Hijo.
    Hebreos 1 presenta un breve resumen de las glorias del Hijo: Su relación única; la grandeza de Su Persona; la perfección de Su obra; la duración de Su trono; el cetro de Su reino; la inmutabilidad de Su carácter; el triunfo de Su causa.
    Dios se deleita en hablar de Su Hijo como: mi rey (Sal. 2.6); mi siervo (Is. 42.1); el pastor y mi compañero (Zac. 13.7); mi Hijo (Mt. 3.17). Nos comunica la complacencia que tiene en Su Hijo, para que nosotros también hallemos nuestro gozo en Él: “tú los abrevarás del torrente de tus delicias” (Sal. 36.8).

7. En el evangelio
    El mensaje del evangelio fue escuchado primeramente de los labios de Cristo: “habiendo sido anunciada primeramente por el Señor” (He. 2.3). Declaró: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (Jn. 5.25). Esa “hora” se extiende al tiempo presente, y cuando el evangelio es predicado, en él se oye la voz del Hijo de Dios. En este verso, oír se refiere al “oír con fe” (Gá. 3.5). No es meramente oír las palabras, sino recibir con fe el mensaje y la Persona presentada. Describe a los oyentes como “los muertos”, esto es, “muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2.1). El Señor Jesucristo afirmó: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5.24).

Mervyn Wishart reside en Newcastle, Irlanda del Norte. Su artículo apareció en la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”), febrero 2023. Puede leerse en inglés en la web de: www.preciousseed.org


“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”
Hebreos 3.15 y 4.7

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Lázaro Muerto y Resucitado
parte 2

viene del nº anterior



Texto:
Juan 11.1-27
En los versos 25 y 26 tenemos la maravillosa declaración del Señor. “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”  

Acerca de Su Persona: “Yo soy la resurrección y la vida”. Todo depende de si tenemos una relación personal con Él, pues la resurrección y la vida están en Él. 

Acerca de Su promesa: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Observa bien: la fe – no la elección – distingue entre los creyentes y los incrédulos. Los creyentes también mueren, pero les espera otra vida: “vivirá”. En el verso 26 promete que el creyente “no morirá eternamente”. Gracias a Dios que la segunda muerte no tocará a ningún creyente.
    A través de esta experiencia, debemos aprender a confiar en el Señor aun en la muerte. No debe darnos pánico, pues nuestro Señor es la resurrección y la vida. Esta expresión habla de lo que espera al creyente después de la muerte. Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor.
    El Señor, aunque estaba a punto de demostrar Su poder y resucitar a Lázaro, verdaderamente les acompañó en el sentimiento, y lloró con ellos(v. 35). Es triste el dolor que causa el pecado en este valle de lágrimas. No hay que negar las emociones, sino expresarlas sin perder el dominio propio. Estaba profundamente conmovido (v. 38), porque les amaba y apreciaba.
    Entonces, les sorprendió y dijo: “Quitad la piedra” (v. 39). Probablemente pensaban que quería entrar y ver al difunto, y por eso respondió Marta: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. No era aconsejable verlo así, cuando la descomposición del cuerpo había comenzado. Pero el Señor no pensaba entrar, sino haría a Lázaro salir. Sin embargo, con ese gran poder Suyo, les obligó a quitar la piedra, pues era algo que podían hacer. No tenían que entender todo, sino obedecer por fe y quitar la piedra.
    Entonces, el Señor, sin ceremonia ni drama, sencillamente oró (vv. 41-42), y sin entrar en el sepulcro, resucitó a Lázaro con Su gran poder. Llamó específicamente a uno: “¡Lázaro, ven fuera!”  Y el muerto oyó, y salió. Los muertos pueden oír la voz del Hijo de Dios, como declaró el Señor en Juan 5.28, “vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz”.
    Primero, los creyentes que duermen oirán la voz de Cristo y saldrán resucitados y arrebatados para estar siempre con Él (1 Ts. 4.16). Cuando llegue ese día, vamos a estar más vivos que nunca, porque pasaremos de muerte a vida, y estaremos en feliz reunión eterna con el Señor y los demás creyentes. ¡Qué día será éste!
    Así que, Lázaro, muerto por cuatro días, salió vivo y completamente sano, por el poder del Señor Jesús, aunque todavía estaba envuelto en los lienzos. El Señor mandó: “Desatadle, y dejadle ir” (v. 44). Así ellos vieron de cerca la realidad de ese gran milagro. Y fue motivo de fe para muchas personas (v. 45).
    Pero siempre hay quienes no quieren creer (vv. 46-53). Peor para ellos, pues todos los incrédulos también resucitarán. Ellos también un día oirán Su voz, y aunque no les guste, saldrán de sus sepulcros para ser juzgados: “mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5.29). Ni la filosofía, ni la religión, ni los santos, ni la ciencia ni la medicina pueden librar de la muerte, pues Dios ha decretado: “el alma que pecare, esa morirá” (Ez. 18.4). “La paga del pecado es muerte” (Ro. 6.23). La única manera de triunfar sobre la muerte es por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Él es la resurrección y la vida. Solo en Él hay vida eterna.

Lucas Batalla, de un estudio dado el 22 de octubre, 2023

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7 Razones que Demandan el Uso del Velo
Según 1 Corintios 11

viene del número anterior


4. Para Satisfacer a los Guardianes del Orden Creado en los versos 8 y 9
    Esto introduce a los ángeles, sin explicar por qué… F.F. Bruce sugiere que los ángeles son los “guardianes del orden creado” que Pablo acaba de afirmar en los versos 8 y 9. Como tales, tienen un interés inteligente en la ilustración de ese orden en la iglesia local. Así que, el apóstol dice: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (v. 10). Ella está en sujeción según el orden establecido en la creación (vv. 8-9), y debe manifestar eso en la asamblea, ante los ángeles. La palabra “señal” quiere decir que indica o simboliza la autoridad, y evidentemente esa señal es que cubra la cabeza. Es interesante notar que los ángeles también tienen un interés inteligente en:

· la conversión de los pecadores (Lc. 15.10)
· la manifestación de la multiforme sabiduría de Dios por medio de la iglesia (Ef. 3.10)
· el ministerio de los siervos de Cristo (1 Ti. 5.21)
· “los que serán herederos de la salvación” (He. 1.14; Mt. 18.10)
 
 5. Para Concordar con la Inteligencia Espiritual
    Pablo apela efectivamente a la inteligencia espiritual en el verso 13. “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” La palabra “propio” comunica la idea de propiedad y decoro. Da por sentado que en la oración la mujer se cubre para hacer distinción pública entre el varón y la mujer. Al preguntar así Pablo supone la sensibilidad espiritual de sus lectores. Quizás entonces existía una reverencia general en la sociedad que hoy se vería más bien en el pueblo de Dios. Tristemente, no solo está ausente la reverencia hoy en la sociedad, sino tampoco se ve como es debido en el pueblo de Dios.

6. Para Implementar la Lección del Cabello Largo
    En esta penúltima razón, el apóstol apela a la naturaleza. “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (vv. 14-15). Nota que Pablo de entrada da por sentado que hay una distinción evidente entre los sexos. En nuestra sociedad, esto desaparece rápidamente, pero debe ser un rasgo distintivo en las asambleas del pueblo de Dios. El apóstol apela a realidades presentes y saca una lección de la naturaleza. Afirma que la melena larga es una desgracia – “deshonroso”, para el varón. Su preponderancia en la sociedad hoy es evidencia de rebelión contra el orden divino. Por otra parte, el cabello largo en la mujer es “honroso”, mejor traducido “gloria” (gr. doxa). Le es dado el cabello largo “en lugar de” (gr. anti), o como velo.
    Como indicamos antes, la palabra “velo” aquí es traducida “vestido” en Hebreos 1.12. De ahí que hay una lección importante en el cabello largo. Como la palabra “vistió” equivale a cubrir el cuerpo (Gn. 3.21), así también el velo debe cubrir la cabeza.

7. Para Seguir el Ejemplo Puesto por las Otras Iglesias Establecidas por los Apóstoles
    Anteriormente en la epístola Pablo enfatizaba que Corinto debía seguir las enseñanzas que daba a todas las demás iglesias (véase 4.17; 7.17; 14.33). La asamblea en Corinto no debía salir del patrón. Algunos nunca se cansan de la inconformidad. “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (v. 16). Otros no se cansan de objetar y poner pegas (véase 3.18, 8.2; 14.37). En este verso 16, “nosotros” se refiere a los apóstoles. Les hace saber que los apóstoles no tienen costumbre de ver a las mujeres sin velo en las reuniones de la asamblea; pues el velo es común en todas las asambleas de Dios. No debe haber diferencia, ni entonces en Corinto, ni hoy en ninguna otra asamblea.

William M. Banks reside en Hamilton, Escocia.
Su artículo apareció en dos partes en la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”).

 Solo por cuestión de espacio está abreviada aquí, pero se puede el artículo entero en inglés la web de la revista: www.preciousseed.org

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En Pruebas Ardientes

Texto: Daniel 3

Como Ezequiel, Daniel y sus compañeros eran cautivos en Babilonia. Estaban firmes en su fe al único Dios verdadero, Dios de sus padres, aunque vivían en una sociedad pagana, gobernada por un déspota tiránico que les obligó a ser adoctrinados en la lengua y sabiduría de los caldeos. Rehusaron adorar a la imagen que hizo Nabucodonosor, y su asombroso coraje ha inspirado a incontables santos cuando pasaban por pruebas similares.
    La demanda de Nabucodonosor era un reto directo al Dios del cielo: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (v. 15). Sin vacilar, Sadrac, Mesac y Abed-nego declararon que su Dios podía librarlos del horno ardiente, pero, si librarlos no fuese Su voluntad, todavía no adorarían a los dioses de Babilonia. Suya era la fe que declara: “aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13.15).
    Dios quiso librar a Sus siervos y demostrar así Su superioridad sobre los dioses de Babilonia. En medio de aquellas llamas Nabucodonosor vio a los tres hombres libres de sus ataduras, paseándose sin sufrir daño alguno, y acompañados por otro hombre cuya apariencia Nabucodonosor describió así: “el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (v. 25). Fuese como fuese el concepto que tuvo el rey pagano de la naturaleza del cuarto hombre, queda claro que Dios había enviado “su ángel” (v. 28) a acompañar a Sus siervos en la prueba, y a librarlos. Entendemos que esto fue una “Cristofanía”, una aparición de Cristo antes de Su encarnación. Su presencia con Sus siervos en medio de su prueba ha alentado a muchos creyentes: “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos” (2 P. 2.9), y aunque puesta a prueba, nuestra fe es “mucho más preciosa que el oro” (1 P. 1.7). Esos tres varones, por su fe, “apagaron fuegos impetuosos” (He. 11.34). Pero no todos son librados así: “otros fueron atormentados, no aceptando el rescate” (He. 11.35). No obstante, en todas nuestras pruebas el Señor siempre está con Su pueblo.
    “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43.2). Es importante notar que, si aquellos hombres hubieran eludido el fuego, ¡no habrían experimentado el acompañamiento del Hijo de Dios!

Alan Linton, Bristol, Reino Unido
lectura del 25 de noviembre, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 El Rey Saúl y las Consecuencias
de su Altivez y Desobediencia

Lucas Batalla Maraver y Carlos Tomás Knott


Texto: 1 Samuel 15

    Muchos piensan que, si alguien ocupa un puesto de autoridad, no debe ser amonestado o reprendido, pero eso es un error. El respeto debido a los que están en autoridad no les exime de la reprensión por sus errores, ni de la culpa y el castigo por sus pecados, pues a fin de cuentas son seres humanos como los demás. Gracias a Dios que Samuel Su siervo, fue fiel a Dios también en esto. En su juventud aprendió esta lección importante. Tuvo que decir al sumo sacerdote Elí, que había ofendido a Dios, y sería castigado. Su fiel obediencia a Dios marcó el comienzo de su ministerio como juez y profeta. En su vejez tuvo que reprender al rey Saúl y decirle que Jehová lo había desechado. Veamos cómo sucedió ese último encuentro.
    En el verso 1, aprendemos que Samuel habló con Saúl, para recordarle la unción ordenada por Dios, y advertirle así: “Está atento a las palabras de Jehová”. Parece que habló así porque:
    (1) Saúl no había seguido las instrucciones de Dios en el capítulo 13, cuando se adelantó y presumió de ofrecer el sacrificio antes de que llegara Samuel.
    (2) Era de gran importancia ese mensaje que iba a dar al rey, porque era su última oportunidad de obedecer a Dios. Se había acercado al punto de no retorno. Cuán importante es nuestra atención completa y obediencia implícita a la Palabra de Dios.
    En los versos 2-3 leemos la instrucción divina. Recordemos que Samuel hablaba, pero era Palabra de Dios. El verso 2 anuncia el castigo divinamente decretado sobre el pueblo de Amalec. Desde tiempos antiguos Amalec había sido antisemita, y por boca de Moisés Dios decretó: “Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación” (Éx. 17.16). Debemos entender esto como una aplicación de la promesa hecha a Abraham (Gn. 12.3). En el verso 3 Samuel dio a Saúl las instrucciones – el modo preciso para ejecutar la sentencia divina:

1. “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene”
2. “y no te apiades de él”
3. “mata a hombres, mujeres, niños y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”

    Estas palabras parecerán severas a muchas personas, pero son buenas y justas palabras de Dios. Hoy hay demasiado consentimiento y tolerancia del pecado, bajo la excusa de ser misericordiosos. Por ejemplo, cuando Dios manda cómo tratar al pecado, no debemos desviarnos ni modificar Sus órdenes.
    Esto tiene aplicaciones en la educación de los niños, y en la disciplina en la iglesia de los que cometen ciertos pecados (1 Co. 5.11). Pero hoy, los hijos o hijas cometen fornicación o los otros pecados en la lista, y los padres piensan que por misericordia deben seguir recibiéndoles y comiendo con ellos. Como Elí, honran a sus hijos antes que a Dios. Las iglesias no ejecutan la disciplina debidamente, ni sacan a los perversos de entre ellos. No se fijan en los que enseñan falsa doctrina (Ro. 16.17-18), para separarlos de la comunión, sino permiten que sigan enseñando. Esos y todo otro comportamiento semejante deshonran a Dios y debilitan a los creyentes. Debemos prestar atención a la Palabra de Dios y hacer exactamente como Él manda.
    El mundo hoy va rumbo a un juicio terrible – 7 años de tribulación y gran destrucción y mortandad – porque Dios no aprueba lo que hacen los hombres, ni se compadecerá de ellos. Romanos 1.18 advierte que la ira de Dios se manifiesta desde el cielo. Su reacción es santa, justa y buena, aunque a muchos no les gusta. Dios no busca la popularidad.
    En los versos 4-7, Saúl salió y convocó al pueblo para ir a la guerra contra Amalec. Llevó consigo a más de doscientos mil soldados, un ejército impresionante. No sabemos si Saúl comunicó debidamente a los oficiales del ejército las instrucciones de Dios. Por lo que sucedió después, eso queda en duda.
    Los versos 8-9 relatan la desobediencia del rey. No fue por falta de información, pues Dios había mandado claramente lo que debían hacer. Pero Saúl no obedeció, sino se tomó la libertad de improvisar y hacer algo malo. El verso 8 dice que mató al resto del pueblo, pero tomó vivo al rey Agag. El verso 9 informa: “Saúl y el pueblo perdonaron a Agag y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor... y no lo quisieron destruir”.
    Por eso, en los versos siguientes, veremos el juicio severo de Dios, que vino principalmente contra Saúl, porque él tomó las decisiones contrarias a lo que Dios le había indicado. Dirían algunos que fue un castigo excesivamente severo, porque Saúl obedeció en casi 99% de lo que Dios había mandado. Solo perdonó al rey Agag y algunos animales para sacrificar a Dios.
    Pero aquí debemos aprender una lección muy importante. La obediencia es hacer todo lo que Dios manda, y no cambiar nada. Cualquier otra cosa, según Dios, es desobediencia. Este principio debe aplicarse también hoy en las iglesias. La asamblea debe obedecer en todo, no solo en unas partes. Como hemos de ver, Saúl, el líder, era culpable de lo que el pueblo hacía. Y hoy en las iglesias, lamentablemente algunos ancianos son culpables de efectuar cambios que la Palabra de Dios no apoya, pero que el pueblo quiere. Quitan el velo y silencio de la mujer, y admiten la práctica de cosas populares y contemporáneas en el mundo evangélico. Aún se atreven a saltar o cambiar las doctrinas de la Palabra. Consentir esas cosas es hacerse cómplice. Dice el verso 9 que “no lo quisieron destruir”, y habla de la voluntad de ese gran ejército de más de doscientos mil hombres. Pero hermanos, no importa quiénes o cuántos somos, ni lo que opinemos o queramos, sino lo que quiere Dios. ¿No es cierto que el Señor nos enseñó a orar así? “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6.10). No solo debemos orar así, sino también actuar de acuerdo a la oración, y hacer la voluntad de Dios, personalmente y en la iglesia.

continuará, d.v. en el siguiente número

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 ¡EMERGENCIA!


Usted Necesita Atención Inmediata
La gravedad del pecado es tan grande que la Palabra de Dios utiliza muchas figuras para que el ser humano entienda el asunto. Una de las figuras sobresalientes acerca del pecado es la de la enfermedad. No que el pecado sea una enfermedad, pues no somos víctimas, sino culpables. Pero valga la ilustración de una enfermedad para ayudarnos a entender el problema. Veamos qué dice el Médico divino acerca de este problema tan serio, y cómo usted puede ser curado.

El diagnóstico
“Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1.5-6). En estos versículos Dios habla de la rebeldía del corazón de Israel, y hace un estudio exacto del cuadro de la “enfermedad” del alma pecaminosa y rebelde. Esto nos enseña que el pecado, aunque imperceptible a nuestros ojos, es perfectamente evidente a los ojos de Dios. El problema para muchos es, que no aceptan el diagnóstico de Dios ni reconocen de forma personal que son pecadores.

La descripción
En el texto ya citado Dios muestra que esta enfermedad es universal, pues dice “toda cabeza”. No hay nadie a quien no es aplicable este diagnóstico. Pablo lo reafirma en el Nuevo Testamento: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3.22-23). Uno no es necesariamente culpable cuando se enferma, pero todo ser humano es un pecador culpable ante Dios. Aparte de ser universal, también se nota que es degenerativa y afecta completamente al individuo. Todas las áreas de nuestro ser son afectadas, no sólo el cuerpo sino también la mente y el corazón.


Lo degenerativo
Históricamente vemos cómo el pecado ha causado un deterioro, no de las células humanas, sino de las fibras más íntimas del alma, provocando la bajeza moral, la infelicidad y la falta de paz. Romanos 1.19-32 describe el descenso de la humanidad hasta lo más vil y perverso del pecado. Lo más lamentable es que este cuadro trae la consecuencia más trágica: la perdición eterna: “Dignos de muerte” (Romanos 1.32).

El Doctor
Dios dijo: “Yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15.26). Toda enfermedad necesita ser tratada por un especialista y recibir un buen tratamiento. Querido lector, de modo similar, el tratamiento para el pecado es presentado por Dios. Él conoce las causas y las consecuencias del pecado en su alma, y se compadece de la tremenda necesidad que usted tiene. Por eso Cristo vino, no para aliviar el dolor del pecado, sino para quitar de una vez por todas la culpa y la condenación. “Por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53.5).
     Él vino para dar Su vida y ofrecer en la cruz el sacrificio único que puede darle a usted el perdón de sus pecados. Dios quedó satisfecho con lo que Su Hijo realizó en la cruz en aquel monte de Calvario, y lo demostró cuando le resucitó de los muertos. Jesucristo vive y está sentado a la diestra de Dios en el cielo. Solo Él puede perdonar nuestros pecados y salvarnos.
     Para poder disfrutar la sanidad que Dios le ofrece, usted necesita un verdadero arrepentimiento, pues “Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17.30), y creer de corazón en Aquel que vino para salvarlo. En esto se ve que el pecado no es una enfermedad, pues uno no tiene que arrepentirse de estar enfermo, pero de sus pecados, sí. Amigo, he aquí la buena nueva: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.31).

Me hirió el pecado, fui a Jesús, mostrele mi dolor.
Perdido, errante, vi su luz; bendíjome en su amor.
En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz
y las manchas de mi alma yo lavé.
Fue allí por la fe do vi a Jesús, y siempre feliz con Él seré.

adaptado de un folleto escrito por Anderson Hernández
Puede hallar muchos otros folletos en https://publicacionespescadores.com/folletos 

sábado, 30 de marzo de 2024

EN ESTO PENSAD - abril 2024

 Lázaro Muerto y Resucitado

Lucas Batalla


Texto: Juan 11.1-27

En este capítulo vemos que acabó de suceder una tragedia familiar, la enfermedad y muerte de Lázaro. Era un tiempo de mucha tristeza para Marta y María, aunque ellas creían en el Señor. Han pasado muchos siglos, y todavía la gente muere, de accidentes, enfermedades y debilidades. Oímos decir que con la medicina moderna, o con ciertas vitaminas y curas naturales, podemos evitar las enfermedades y la muerte, pero cierto es que nada ni nadie cura la muerte. Por eso oímos decir: “de algo hay que morir”. El cuerpo se va debilitando, el ser humano es humillado por ello, y al final viene la muerte. Es inevitable. Es así desde que el Señor dijo a Adán que en el día que comiere del árbol prohibido, moriría. Pero Eva comió, luego Adán, y luego oyeron estas solmenes palabras de Dios: “polvo eres y al polvo volverás” (Gn. 3.19). He allí el principio de la muerte, y esa sentencia divina se aplica  a todo ser humano. En todas partes del mundo hay cementerios y sepulcros.
    Siempre es triste, y especialmente en el caso de los que no son creyentes, que no son salvos, porque significa el juicio y la perdición eterna (He. 9.27). Siempre es triste la muerte de un ser querido, aún cuando es creyente, porque significa que no le veremos más durante un tiempo. Y si no es creyente, el caso es peor, porque la pérdida es para siempre.
    Este capítulo cuenta que Lázaro enfermó y murió. Hubo oraciones, dolencias, tristeza, y ceremonias probablemente de velorio y entierro. Todo eso pasó sin intervención del Señor. Los versos 2-9 relatan que Él esperó a propósito. Creer en el Señor no significa que no vayamos a enfermar ni morir. Cuando el Señor dijo “Lázaro duerme” (v. 11), los discípulos no entendieron (v. 12), y luego Él aclaró: “Lázaro ha muerto” (vv. 13-14). El sueño es simplemente una figura de la muerte del creyente, porque luego despertará y estará mejor. No usa esta figura para con los incrédulos, porque no tienen esperanza. El Señor se alegró por los discípulos en esa situación, por los propósitos que tenía. Ellos serían fortalecidos en su fe (v. 15), y Dios sería glorificado (v. 4).
    Así que, no fue a Betania hasta el cuarto día después del entierro (v. 17). No le visitó cuando enfermó. Los judíos intentaban consolar a las hermanas en su dolencia (v. 19), y naturalmente había lágrimas (v. 33). Pero Cristo no fue al velorio, ni al entierro, pero no por indolencia y falta de interés, sino tenía un plan que nadie se podía imaginar. La primera que habló con Él fue Marta: “si hubieses estado...” (v. 21), y luego María le dijo lo mismo (v. 32). Ellas esperaban Su visita e intervención, y le pusieron falta, pues no podían anticipar lo que iba a hacer. Y todavía hoy el Señor permite que los creyentes se enfermen y mueran, y debemos aceptar eso con fe, sabiendo que el Señor ha prometido que el creyente “no morirá eternamente” (v. 26).
    Los incrédulos, y también algunos que profesan creer, acusan a Dios de descuido o indolencia en las tragedias. La gente dice: “Murió un niño – o una niña – y ¿Dónde está Dios?” “Murió mi madre”, “Murió mi esposo, y ¿dónde estaba Dios?”. Se resienten, y algunos incluso se enojan con Dios como si Él fuera culpable, y lo utilizan como excusa para no creer. Pero ¿quiénes somos nosotros para cuestionar a Dios? Como Job, debemos aprender a poner la mano sobre la boca y no hablar más (Job 40.4), porque no entendemos Sus caminos que son más altos que los nuestros (Is. 55.8-9). Consideremos la respuesta de Marta y su fe, pues aunque estaba triste y no entendía, dijo: “Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (v. 22). El Señor le dio promesa: “Tu hermano resucitará” (v. 23), pero ella pensaba en el futuro distante, y respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (v. 24). Luego añadió: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v. 27).  No se debilitó en la fe, sino en su tristeza seguía confiando. En las tristezas y tragedias de la vida debemos asirnos firmemente del Señor y Sus promesas, porque sabemos que Él tiene propósitos buenos respecto a nosotros, y no se equivoca. El enojo y el resentimiento son reacciones de incrédulos.

continuará, d.v. en el próximo número

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EJERCÍTATE  
Carlos Tomás Knott  (parte 2)

viene del número anterior


En Hebreos 12.1-4 vemos otros ejercicios para la piedad. “…Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Correr es difícil si llevamos demasiado peso. El Señor Jesucristo debe ser nuestra motivación y ejemplo. Si nos ejercitamos en eso, no seremos débiles – nuestro ánimo no se cansará. Con la fortaleza de la piedad, podremos resistir no solo el pecado sino la prueba, y tendremos la bendición de Santiago 1.12.
    Es importante estar creciendo siempre, sea cual sea nuestra edad o nivel de conocimientos. Algunos creen que están bien, cuando realmente necesitan poner más atención. El problema es que su concepto de su salud espiritual no corresponde a la realidad. Gálatas 6.3 informa: “… el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”. Alguien dijo que la satisfacción es el sepulcro del progreso. Claro que estamos satisfechos con el Señor y Su obra. Pero ni siquiera los apóstoles se daban por satisfechos respecto a sí mismos (Fil. 3.13-14). “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15.58). Para continuar en la firmeza, la constancia y el crecimiento, debemos ejercitarnos para la piedad.
    Pablo dijo al joven obrero Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2.15). Esto indica que no es automático que seamos aprobados por Dios en nuestro servicio. Hay que procurarlo diligentemente. Esto también es ejercitarnos para la piedad. Específicamente se trata de cómo usamos la Palabra de Dios. Hay que leer y estudiarla con cuidado, para asegurar que nuestra manera de usarla es buena y correcta, de acuerdo con la voluntad de Dios. Esdras era un “escriba diligente” (Esd. 7.6). ¿Cómo se ejercitaba para la piedad? “Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esd. 7.10). Si viviera hoy, no pasaría su tiempo en teléfono y las redes sociales, porque el provecho para la piedad está en otra cosa. Él se preparó, se esforzó para conocer y obedecer la Palabra de Dios, y luego Dios le utilizó. A nosotros nos toca ejercitarnos para prepararnos bien, y si lo hacemos, seremos instrumentos para honra, santificados (2 Ti. 2.21), y Dios nos podrá utilizar cómo y cuándo quiere.
    El ejercicio para la piedad incluye el cuidado de la dieta espiritual. “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2 Ti. 2.16). “Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría” (Pr. 19.27). “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tit. 3.9). Es necesario evitar “las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1 Ti. 6.20). Tales cosas no son aptas para el consumo, sino perjudiciales. Conducen a la impiedad, no a la piedad. También debemos evitar a los que “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3.5).
    Algunos, para ver cómo hacer algo, observan en persona, o en YouTube cómo otros lo hacen, pues eso les ayuda. Y el apóstol Pablo felicitó a Timoteo por observar y seguir su ejemplo. “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos…” (2 Ti. 3.10-11). No se trata de simplemente conocer el ejemplo que Pablo dio – el mero conocimiento – sino de seguir su ejemplo, y eso es ejercitarse para la piedad. 
                                                                   

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  La Voz de Dios    

parte 2
Mervyn Wishart

viene del número anterior


3. En la tormenta

El Salmo 29 ha sido llamado la más vívida descripción de una tormenta en nuestro idioma. Se levanta sobre el mar. “Voz de Jehová sobre las aguas… Jehová sobre las muchas aguas” (v. 3). Llega con fuerza a la tierra del Líbano, derribando delante suyo los cedros masivos. “Voz de Jehová que quebranta los cedros” (v. 5). Luego se mueve al sur: “Voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades” (v. 8). Siete veces declara que la voz de Jehová es la fuerza de la tormenta, y la describe como poderosa y majestuosa. “Truena el Dios de gloria” (v. 3).
    Para el pueblo de Dios hay consuelo en la tormenta: “Jehová preside en el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre” (v. 10). Él está en control, y Su autoridad es indiscutida. El que en la tormenta manifiesta Su impresionante poder, “dará poder a su pueblo”. Aunque embravecida la tormenta, “Jehová bendecirá a su pueblo con paz” (v. 11).
    Cuán apropiado es que David comienza el salmo con una exclamación: “Dad a Jehová la gloria y el poder” (v. 1). Aunque somos creyentes, las tormentas pueden llegar a cada una de nuestras vidas. Es reconfortante ver que Jehová es nombrado dieciocho veces en este salmo, haciéndonos saber que el Señor está en control, aun en medio de la furia de la tormenta. Como en Galilea, Él puede decir a las grandes olas: “Calla, enmudece” (Mr. 4.39; Nah. 1.3).
    
4. En la tranquilidad
    Elías, el hombre que estuvo firme sobre el Monte Carmelo para retar a los 450 profetas de Baal, huyó para salvar su vida de Jezabel (1 R. 19.3). Comenzó a mirar adentro – con introspección – en lugar de mirar arriba al Señor. Se volvió egocéntrico, y cuando el Señor le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?”, repetidas veces habló de sí mismo: “He sentido un vivo celo… sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (vv. 9-10, 14).
    Pero el Señor obraba para restaurar a Su siervo. Le había enviado un ángel que le tocó y dos veces trajo comida y agua. Le dio fuerzas para caminar cuarenta días y noches. Entonces el Señor le habló directamente: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (vv. 11-12). Cuando Elías oyó ese sonido apacible, “cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva.  Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (v. 13). “Ve, vuélvete…” (v. 15).
    En la tranquilidad escuchó la voz del Señor, y recibió corrección y dirección. Nosotros también debemos buscar un lugar tranquilo, lejos del ruido y el clamor del mundo, donde podamos afinar nuestro oído para escuchar la voz apacible y delicadao de Dios. “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46.10).

continuará, d.v. en el número siguiente

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  LA TRIBULACIÓN

parte 6
por Jeff Brown

viene del número anterior
Babilonia
    Apocalipsis 17 habla de un gran y poderoso sistema de religión falsa, que predominará en la tierra durante la primera parte del periodo de la Tribulación. Ese sistema consta de la cristiandad apóstata (los que son dejados atrás después del Rapto), unida a otras falsas religiones en el mundo, y es retratada como una prostituta (“ramera”, Ap. 17.5). Durante la Tribulación muchos santos serán martirizados por los de ese sistema religioso. Aproximadamente a la mitad del periodo de los siete años, el anticristo (inspirado por demonios), y los de su séquito (diez “reyes” confederados, Ap. 17.10) se volverán contra ese sistema malo y lo destruirán.
    Apocalipsis 18 habla de un “imperio” comercial que estará centrado en una ciudad. Esto también será destruido por Dios al final del tiempo de la Tribulación. A lo largo de los años ha habido mucha especulación sobre la ubicación de esa ciudad. De 404 versos en el libro de Apocalipsis, 278 aluden al Antiguo Testamento. Cuando en el Antiguo Testamento leemos de Babilonia, siempre se refiere a una ciudad literal. Por eso, parece que Babilonia será reedificada (así como Jerusalén), y luego será totalmente destruida.

Armagedón
    No solo los creyentes, sino también muchos inconversos han oído de Armagedón. Pero, ¿qué realmente es Armagedón, por qué sucederá y cuándo será eso?


Meguido y el valle de Jezreel

¿Qué Es Armagedón?
    Armagedón es el conflicto más grande en la historia humana, y sucederá al final del periodo de la Tribulación. (véase Dn. 11.40-45; Jl. 3.9-17; Zac. 14.1-3 y Ap. 16.14-16). “Ar” (heb. “har”) significa monte, y “Magedón” significa “de Meguido” (Ap. 16.16). Es el monte desde el cual se ve el valle de Esdraelón (nombre helenístico para el valle de Jezreel), en el norte de Israel. Allí se reunirán los ejércitos del mundo, bajo influencia del dragón (Satanás). Armagedón no parece ser una sola batalla, sino una serie de conflictos intensos y batallas, ¡que terminarán en destrucción masiva! Como vimos previamente, la Babilonia religiosa será eliminada. Entonces Jerusalén será tomada con gran pérdida de vidas (Zac. 12.1-3; 14:1-2). El remanente de la nación, que huyó a los montes del sur, será protegido (Miq. 2.12). Entonces la nación se arrepentirá y será regenerada antes de la batalla final y la destrucción de los ejércitos del anticristo. Esa destrucción comenzará en Bosra, después en Jerusalén y el valle de Cedrón (heb. nahal kidron), que es también el valle de Josafat. Esa destrucción de las fuerzas del anticristo se extenderá desde Armagedón (Ap. 16.16) hasta Edom (Is. 63.1), en un área de 320 kilómetros. Será el más vil y grande derramamiento de sangre en la historia del mundo: “… salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Ap.. 14.20). 

¿Por Qué Sucederá Esto En Armagedón?
    Hay al menos dos razones por las que tomará lugar esa gran batalla. Primero, vemos la soberanía divina, en que ha escogido el lugar donde el juicio divino caerá sobre los enemigos de Dios. Toda la oposición humana y satánica se unirá en contra de Israel, la nación escogida de Dios, y todos serán traídos a esa región para el juicio de Dios. Dios será magnificado, y se preparará el escenario para el reino milenario de Cristo. Segundo, hay un razonamiento humano con respecto a Armagedón. La humanidad (inspirada satánicamente), deseará eliminar a todos los judíos, pues creen que ellos son la causa de todos los problemas del mundo.

¿Cuándo Sucederá Armagedón?
    La Biblia aclara que Armagedón sucederá después del arrebatamiento de la iglesia, y justo antes del final del periodo de la Tribulación. Si eres un cristiano, cuando leas este artículo, será al menos 7 años después de ahora. Marcará el final del reino del anticristo y el falso profeta, y entonces vendrá Cristo al mundo por segunda vez, con gloria y gran poder. En aquel día Sus pies estarán sobre el Monte de los Olivos. Volverá al mismo lugar de donde salió cuando ascendió al cielo (Zac. 14.1-6; Hch. 1.11).

Conclusión
    Hemos visto que el periodo de la Tribulación destacará los más intensos terrores y juicios globales que jamás ha conocido la tierra. No obstante, nos asegura que, como creyentes, nunca experimentaremos esa terrible fase de la historia del mundo. Los propósitos eternos de Dios se realizarán finalmente, y después del reino milenario de Cristo sobre la tierra, habrá “un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Ap. 21.1). Bien se ha dicho: “La Tribulación es cierta, pero también es cierto el triunfo. En el tiempo que nos queda ahora, antes del Rapto, procuremos conducir al Señor las almas perdidas, edificar a los santos, y glorificar a nuestro Salvador en nuestra vida personal y eclesial.


traducido de la revista Present Truth (“La Verdad Presente”), Vol. 21, nº 245,
246, 247, 249 y 250 enero-febrero, abril-mayo, junio-julio 2023, febrero-marzo2024.
Todos los artículos en inglés están disponibles en su página web: www.truthdefended.com

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 7 Razones que Demandan el Uso del Velo
Según 1 Corintios 11

William M. Banks, Hamilton, Escocia


Introducción

Hoy más que nunca cuestionan y dudan de los papeles y las contribuciones distintas de los varones y las mujeres en la asamblea. Los conflictos vienen de voces en la sociedad que insisten en la igualdad de los sexos y también debido a la confusión que ahora ha surgido sobre la “identidad de género”. Estos asuntos afectan el tema del ministerio de la mujer, y debemos tener claros los roles distintos de hombres y mujeres en la asamblea. Las corrientes en la sociedad, queramos o no, suelen ejercer ciertas presiones sobre la asamblea. Sin embargo, notamos que el tema doctrinal que tenemos delante es basado en la enseñanza del Nuevo Testamento, no en la cultura sino en la perdurable y firme autoridad de las Sagradas Escrituras. Recuerda, también, que es inmensa la contribución práctica de las hermanas.1 Es cierto que la función de muchas asambleas hoy depende de ellas.
    El tema de 1 Corintios 11.2-16 tiene que ver con el concepto de “la cabeza”, pues la palabra aparece nueve veces. Cinco veces el uso es metafórico, y cuatro veces es literal, por ejemplo, en el verso 4 el primer uso es literal, mientras el segundo es claramente metafórico (véanse los siguientes versos: v. 3 – tres veces; v. 4 – dos veces; v. 5 – dos veces, v. 7; v. 10). Nota también que los versos 17-34 tratan el tema del señorío, pues el título “Señor” aparece ocho veces (v. 20; v. 23 – dos veces; v. 26; v. 27 – dos veces; v. 29; v. 32). “Cabeza” denota autoridad y responsabilidad, no superioridad. No se debe inferir ninguna diferencia cualitativa o esencial. Por eso, es totalmente apropiado que aparezca en el mismo contexto que el señorío. Si apreciamos el señorío, esto conducirá automáticamente a la aceptación y práctica del concepto de cabeza, que significa autoridad y responsabilidad…


1. Para Someterse Al Hombre Como La Autoridad Designada Por Dios
    La primera razón está en la primera mitad del verso 5. Emplea metafóricamente la palabra “cabeza”, ahora no de Cristo como fue el caso con el varón, sino respecto a la cabeza de la mujer: el varón. Surge la pregunta: ¿de qué modo puede ella deshonrar al varón? La respuesta es: cuando no se somete a la autoridad divinamente dada al varón.

2. Estar Descubierta Equivale a “Unisex”

    Si no se cubren, es lo mismo que si se hubiese rapado (vv. 5-6). La palabra traducida “rapado” aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento: dos veces en el verso 6, una en Hechos 8.32, “… cordero mudo delante del que lo trasquila”, y Hechos 18.18 que informa que Pablo se había “rapado la cabeza” en Cencrea. Ya que Pablo se rapó la cabeza, está claro que de ese modo el pelo está más corto que normalmente sería el caso para el hombre, hasta el cuero cabelludo.
    La largura del pelo de la mujer no debe dar ni la mínima indicación de “unisex”, que es una táctica del diablo para borrar las distinciones entre los sexos. El cabello largo de la mujer debe distinguirla claramente del otro sexo, pues de otro modo es “vergonzoso”.
2  De paso nota que si el cabello de la mujer es su velo (como algunos enseñan), entonces, ¡cuando su cabeza está descubierta no tiene pelo!

3. Para Reconocer que la Autoridad Visible de Dios Es Conferido Al Varón
    Pablo declara de manera inequívoca que “la mujer es gloria del varón” (v. 7).  Esto no está bien recibido en la sociedad moderna. ¡Quien hable así será acusado de misoginia! Pero está claro el registro bíblico. Hay dos razones por las que ella es la gloria del varón.
· Por decreto divino en la creación (v. 8). Dios en Su soberanía puso al varón primero en el orden de la creación, y la mujer fue tomada del hombre (Gn. 2.22-23). El varón no procede de la mujer, sino ella de él.
· Por el propósito divino en la creación (v. 9). “Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón” (vea Gn. 2.18).
    …La mujer creyente que cubre la cabeza acepta que la autoridad visible de Dios está establecida en el varón.

1 Los textos bíblicos relevantes incluyen: Juan 12.1-11; Lucas 10.38-42; 1 Timoteo 5.10, etc.

2 Del griego aiscros, bajo, indecoroso, vergonzoso. También significa deshonroso, véanse también 1 Co. 14.35 y Ef. 5.12.

continuará, d.v. en el siguiente número

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LA VERDAD SOBRE
LA RESURRECCIÓN DE JESUCRIST
O


Los autodenominados “Testigos de Jehová” enseñan que Cristo resucitó como espíritu, no en Su cuerpo humano, y que apareció a Sus discípulos en diversos cuerpos carnales que formó y desintegró. Pero la resurrección siempre tiene que ver con el cuerpo, lo cual es lógico porque el espíritu no muere. Abraham, Isaac y Jacob ya habían muerto cuando Dios se describió a sí mismo como Dios de ellos (Lucas 20.37). Cristo aclaró que sus espíritus aún vivían, “porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20.38). Y realmente viven, no solo en la memoria de Dios. Esa es otra invención de los Testigos. El Señor les dijo a los saduceos algo pertinente para los Testigos: “¿No es ésta la razón por la que están ustedes equivocados: que no entienden las Escrituras ni el poder de Dios?... ustedes están muy equivocados” (Marcos 12.24, 27 NBLA).
    Si Cristo resucitó en espíritu, ¿dónde, pues, está Su cuerpo? Los Testigos dicen que Dios se deshizo de él; fue disuelto en sus átomos constitutivos. Pero Jesús dijo: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”. Entonces los judíos le respondieron: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días?”. “Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó… sus discípulos se acordaron… y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado” (Juan 2.19-22 NBLA).
    Pero Jesús, resucitado, se les apareció a los discípulos que “pensaban que veían espíritu” (Lucas 24.37). Los “Testigos” hubieran dicho que sí, que era espíritu. ¿Qué dijo Cristo? “Palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). Estas palabras “yo tengo” significan que aún tiene cuerpo. Más de medio siglo después, el apóstol Juan recordó esta ocasión: “Lo que... palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1.1).
    Cuando “les mostró las manos y el costado” (Juan 20.20), los discípulos sabían que era el mismo Jesús que había sido crucificado. Él les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy” (Lucas 24.39). Sin embargo, “todavía ellos, de gozo, no lo creían” (Lucas 24.41). También, Él “comió delante de ellos” (Lucas 24.43), y convencidos, “los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20.20).
    Todos los que están en los sepulcros saldrán, los salvos a vida, y los no salvos a condenación (Juan 5.29). Estos últimos “serán salados con fuego” (Marcos 9.49), siendo preservados en el fuego eterno y por Él. Pero el Señor Jesús prometió: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5.24). Amigo, reflexiona ahora. ¿Cuál será la resurrección suya? ¿La de vida, o la de condenación?

    Tomás Kember
publicacionespescadores.com/folletos

"El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3.18-19).

jueves, 29 de febrero de 2024

EN ESTO PENSAD - marzo 2024

 EJERCÍTATE

“Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Ti. 4.7-8).

El ejercicio físico es saludable por sus beneficios para el cuerpo, y muchos lo practican de alguna manera. Pagan una cuota por asistir a un gimnasio, y van cada semana a hacer sus rutinas de ejercicios con las pesas y otras máquinas. Algunos aprovechan de un entrenador que les aconseja y supervisa sus ejercicios, para sacar más provecho. También se cuidan de la dieta. Procuran comer cosas naturales, y evitan el consumo de cosas que no favorecen la salud.
    Curiosamente, pocos cristianos se ejercitan para la piedad. Solemos creer que la piedad es algo que Dios nos da, pero no es así. La salvación es solo de Dios, por la gracia, no por obras. No podemos contribuir a ella, y por eso estamos eternamente seguros, porque es obra Suya. En cambio, la piedad requiere nuestra participación. Pablo enseña que, para adquirir la piedad, uno debe ejercitarse. Para ilustrar el punto, menciona el ejercicio corporal que “para poco es provechoso”. Tiene sus beneficios, pero solo “para poco”.
    Cuánto tiempo y dinero gastan algunos en gimnasios, máquinas de ejercicio y comidas especiales, y todo es para poco provecho a plazo corto. Desembolsan más para todo eso que para ofrendar al Señor. En cambio, con la palabra “Pero” – contraste – declara que “la piedad para todo aprovecha”. La piedad es provechosa en dos tiempos: “esta vida presente” y “la venidera”.

    
Para sacar ese provecho, hay que ejercitarse. Hay que involucrarse y disciplinarse, como uno hace en el ejercicio corporal. Gastan dinero en gimnasios, porque si no, no pueden entrar. ¿Qué pasaría si tuvieran que pagar por entrar a un estudio bíblico? No que quisiéramos cobrarles, pero es extraño que pagan por algo de poco provecho, y desatienden lo que para todo es provechoso. Se hacen un horario estructurado para ejercicios y sueño, y usan sus relojes inteligentes para ver cuántos pasos dan y cuántas horas de sueño de calidad tienen. Pero en la esfera espiritual, hay un gran descuido, y quizás tienen un concepto equivocado de su propia madurez espiritual. No tienen un horario estructurado de ejercicios espirituales. No tienen una rutina para crecer en la piedad. Por ejemplo, a penas leen la Biblia, y aunque la lean un poco, no se esfuerzan para estudiarla. Son más fieles en asistir al gimnasio que en asistir a las reuniones de la congregación. Saben que, en el gimnasio, no se trata de estar presente, sino de esforzarse para cumplir los ejercicios. Pero en la vida espiritual, a lo mejor solo están presentes en algunas reuniones. A pocos se les ocurriría buscar el consejo de un “entrenador” (anciano, o maestro de la Palabra), para mejorar – el discipulado. Al salir de una reunión, no podrían decir qué provecho específico han sacado para su vida espiritual. En casa, y durante la semana, se esfuerzan poco. No es sorpresa que no crecen, que no adquieren más conocimiento, sabiduría y fortaleza espiritual para crecer en la piedad. Algunos tienen “manos caídas” y “rodillas paralizadas” (He. 12.12).
    El apóstol Juan escribió: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 2). Es un deseo comprometedor. ¡Si nuestra salud física dependiera de nuestra salud espiritual, muchos estarían débiles o enfermos, y otros estarían muertos! Esto es porque no se ejercitan para la piedad.
    Sabemos que si uno come bien, pero no hace ejercicio, el cuerpo no puede aprovechar las calorías y los nutrientes. Entonces, o lo elimina, o lo convierte en grasa y así lo almacena. Piensa en la cantidad de creyentes que asisten continuamente a reuniones y estudios bíblicos, pero solo para ver y oír. Parece que su idea de ser espiritual es tener muchas reuniones y conferencias. Pero ni eso es para muchos un ejercicio para la piedad, pues solo asisten, oyen, luego participan del refrigerio o las comidas servidas, y se despiden. ¿Qué provecho han sacado para la piedad? La degustación de sermones ha venido a ser para algunos como una diversión, o una actividad social que toma el lugar del cine, el estadio o las fiestas. Pero si no se ejercitan, si no lo aprovechan para crecer en algo específico, ¿de qué les sirve? Pueden estar presentes físicamente, pero en muy mala salud espiritual, por falta de ejercicio personal en la piedad.
    El escritor de Hebreos nos advierte que “es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (He. 2.1). Cristo dijo a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo”, y al oír esto decimos: “¡Amén!” Pero aparentemente pensamos que, si somos creyentes, poco nos es necesario. Decimos que somos salvos por la gracia, no por obras, y no vemos la importancia y el valor de las obras en la vida cristiana (véase Ef. 2.10). Según Hebreos 2.1, nos es necesario ser diligentes en oír y aplicar la sana enseñanza. Esto es, no solo escuchar, sino atender con diligencia. También el apóstol Pedro nos aconseja así: “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 P. 1.5-7). Dios no nos da la diligencia. Nosotros la debemos poner. Dios no añade a nuestra fe las cosas nombradas. Nos toca a nosotros. Tenemos que añadirlas, y para eso hay que poner toda diligencia – es nuestra responsabilidad. Son ejemplos de cómo ejercitarse para la piedad. Si no hacemos los ejercicios, no tendremos más piedad en nuestro carácter y nuestra vida. No vale la excusa: “es que soy así”, para explicar por qué no hay mejora en nuestro carácter y conducta. Debemos ejercitarnos para añadir a nuestra vida la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y el amor. Reflexionemos: ¿qué ejercicios, que esfuerzos realizamos para crecer en estos aspectos de la vida cristiana? ¿Tenemos metas, un plan estructurado, y una rutina? ¿Nos analizamos, “medimos” o “pesamos” para ver si hemos crecido?

Carlos Tomás Knott,   continuará, d.v., en el número siguiente

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¿HOY REALMENTE EXISTEN APÓSTOLES?

“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Co. 11.13). Observa bien, que de los 120 creyentes reunidos en Jerusalén, solo dos satisficieron los requisitos declarados en Hechos 1.21-22. El Señor escogió uno de ellos: Matías (Hch. 1.26), para unirse con los otros 11 apóstoles. Más adelante,  el Señor llamó de manera especial a Pablo (1 Co. 9.1), pero después de él, no hay más (Hch. 20.29-30). Los que hoy presumen de serlo son falsos, fraudulentos y engañadores.

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  LA TRIBULACIÓN

parte 5
por Jeff Brown

viene del número anterior


Los Dos Testigos (Ap. 11.3-12)

 
Entendemos que estos dos individuos entran en el escenario durante la primera mitad de la Tribulación, y son grandemente usados por Dios durante tres años y medio (Ap. 11.3); este verso dice 1.260 días. Quizás relata el tiempo en días porque Dios valora cada día de su testimonio y también de las pruebas que enfrentan los Suyos. Es aun posible que su ministerio colabore en la salvación de los 144.000 que salen a predicar. Cuando los dos testigos cumplan el tiempo de testimonio, la Bestia estará supremo en el cenit de su reinado, y habrá tremenda persecución de los santos salvados durante la Tribulación. ¿Quiénes son esos dos testigos? No lo sabemos porque la Biblia no lo declara. Se vestirán de cilicio (v. 3), y eso nos recuerda los profetas del Antiguo Testamento que en el Nombre de Dios proclamaron aflicción y tristeza, dando también un mensaje de esperanza. Los poderes de esos testigos y sus milagros son similares a los hechos de Moisés y Elías (Ap. 11.5-6), que aparecieron juntos con Cristo en el monte de la transfiguración (Mt. 17.3). Al final de los 1260 días, la Bestia los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán en la plaza de Jerusalén durante tres días y medio, y su muerte será causa de gran regocijo en todo el mundo. Pero serán resucitados públicamente, y un terremoto destruirá la décima parte de Jerusalén y matará a 7.000 personas (Ap. 11.11-13). Los demás se aterrorizarán y darán gloria “al Dios del cielo”.

Los Últimos Tres Años y Medio

 
    Los primeros tres años y medio serán “principio de dolores” (Mt. 24.8), y entonces llegará el tiempo de la “gran tribulación” (Mt. 24.21). ¿Qué provocará este cambio? La primera bestia, el Anticristo, demandará la adoración universal, y pondrá su imagen en el templo. Así comenzará el peor tiempo de persecución en la historia, para el pueblo de Dios y los que creen el evangelio del reino (los santos de la Tribulación). Dios establece que la segunda mitad de la Tribulación será tres años y medio, 1.260 días (Ap. 11.3), o 42 meses de 30 días (Ap. 13.5). En la primera mitad de la Tribulación comenzaron los juicios divinos, pero en la segunda mitad se extenderán geográficamente, y aumentarán en intensidad. Estos son los juicios de los sellos, las trompetas y las copas.

Los Juicios de la Tribulación

 
    Durante el tiempo de la Tribulación, Dios mandará a la tierra tres grupos de juicios sucesivos: los sellos, las trompetas y las copas. Cada juicio en su turno será más intenso, devastador y extenso que el anterior. Podemos entender que los juicios de las trompetas saldrán del séptimo sello, y los juicios de las copas saldrán de la séptima trompeta. El comienzo de estos juicios (los sellos) viene temprano en el periodo de la Tribulación (Ap. 6), cuando se abra el libro sellado (Ap. 5). Ese libro representa las escrituras – el título de propiedad – del planeta. Satanás el usurpador se adueñó del mundo, pero solo Cristo es digno de abrir esos sellos y el libro (Ap. 10.2, 8).

¿Qué Son Esos Juicios?

1. Los Sellos 

    El Anticristo establecerá con diplomacia su gobierno mundial al comienzo, cuando se abrirá el primer sello de la Tribulación (Ap. 6.1-2). A partir de entonces, Cristo seguirá abriendo los demás sellos. Los juicios de esos sellos incluyen una masiva guerra mundial, y un hambre mundial, quizás como resultado de la guerra. Luego, y posiblemente debido a esos dos sellos, el mundo será visitado de gran mortandad. Como resultado de la guerra y el hambre, las fieras y la muerte, morirá 25% de la población del mundo (Ap. 6.4-8). Si basamos el cálculo sobre la población mundial corriente, ¡serían 2 mil millones de personas! Después de eso habrá un gran terremoto, seguido por cataclismos nunca vistos, en los cielos (sol, luna, estrellas) y en la tierra (montañas e islas), (Ap. 6.12-17). Es interesante notar que los 144.000 siervos/testigos serán sellados y protegidos de esos juicios (Ap. 7.2-4). La apertura del séptimo sello introducirá los juicios de las siete trompetas (Ap. 8.1.-2).


2. Las Trompetas

     Con el avance del tiempo los juicios aumentarán en severidad y extensión. Los juicios de las trompetas comenzarán con la destrucción de 33% de los árboles y toda la hierba verde (v. 7), y 33% del mar se convertirá en sangre (vv. 8-9). Después de esto, 33% de los ríos y las fuentes de las aguas serán convertidas en ajenjo (vv. 10-11). Entonces habrá convulsiones en los cielos que apagarán 33% de la luz del sol, la luna y las estrellas, y eso afectará el día y la noche (Ap. 8.12). Apocalipsis 9.1-12 describe el juicio de la quinta trompeta, cuando criaturas como demonios, parecidos a escorpiones y langostas, subirán del pozo del abismo. Se les prohibirá matar a las personas, pues las atormentarán tanto que muchos desearán la muerte – pero no será permitido. La sexta trompeta traerá como juicio 200 millones de jinetes que matarán al 33% de la humanidad. Ya que antes murieron 25% de la población en los juicios previos, eso significa que del 75% que queda, morirán 33% de ellos. Esto significa que en ese momento solo quedará vivo 50% de la población anterior del mundo.  Sin embargo, increíblemente, los que quedan todavía rehusarán arrepentirse (Ap. 9.13-21). Entonces la séptima trompeta traerá los juicios más severos que jamás han azotado al mundo: las copas de ira.

3. Las Copas de Ira

    Apocalipsis 16 revela la extensión e intensidad de los juicios de esas copas de ira. Jamás ha habido juicios tan fuertes en la historia del mundo. Comenzarán con llagas malignas que aparecerán en todos los que reciben la marca de la bestia. Luego todos los mares se cambiarán en sangre y morirá todo ser viviente que hay en el mar. Después, las aguas dulces (ríos, lagos, etc.) serán cambiados en sangre. El calor del sol aumentará, se quemarán los hombres, y sin embargo blasfemarán y no se arrepentirán. Entonces llegarán tinieblas densas con dolores continuos. Se secará el río Éufrates (v. 12), y eso abrirá paso para la venida de grandes ejércitos del oriente, para unirse a los demás en el conflicto final de Armagedón. Al secarse el río, serán activados espíritus inmundos, espíritus de demonios (vv. 13-14). La séptima y final copa causa gran devastación y prepara el escenario para la segunda venida de Cristo en poder y gloria.  El más grande terremoto en la historia tendrá efectos globales, destruirá enteramente al sistema mundial y juzgará severamente a todos los inconversos. Causará grandes cambios topográficos en la tierra (islas y montañas, v. 20) y caerá un enorme granizo. Sin embargo, habrá resistencia, no arrepentimiento.
    Estimado lector, si eres creyente, ¿no sientes gozo de saber que estás a salvo? No solo eres salvo de los terrores y horrores de los siete años de la Tribulación, sino también de una eternidad en el lago de fuego. Y si no eres creyente, reconoce ahora el terrible rumbo de tu vida, y arrepiéntete mientras haya tiempo.

continuará, d.v.

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 Manasés el Malvado  

parte 2
Lucas Batalla

viene del número anterior
Textos:

2 Reyes 21.1-18;

 2 Crónicas 33.1-2


El problema hoy con las iglesias que aflojan y cambian con el mundo, es que, como Manasés, no les importa cómo parecen las cosas “ante los ojos de Jehová”, sino actúan por lo que quiere el pueblo, y para complacer a sus esposas e hijos. Copian lo que ven en otras iglesias “exitosas”, y piensan que si vienen más personas y hay más libertad, todo estará bien. Manasés también quiso complacer a los hombres y no a Dios. El resultado final se ve en 2 Crónicas 33.6, “se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira”. 2 Reyes 21.16 añade: “derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová”. El rey malvado no solo hizo mal, sino, porque era rey, afectó malamente a toda la nación. 2 Crónicas 33.9 explica: “Manasés, pues, hizo extraviarse a Judá y a los moradores de Jerusalén, para hacer más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel”. Es el pecado de hacer a otros pecar, como había hecho Jeroboam en el reino del norte: “y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado” (2 R. 17.21). Hoy también los líderes de las iglesias que no se ciñen a la Palabra de Dios son culpables de hacer pecar al pueblo de Dios. 2 Crónicas 33.10 dice que Dios les habló, pero no escucharon. Por eso, el duro castigo llegó (v. 11). Los asirios aprisionaron con grillos a Manasés, lo ataron con cadenas y lo llevaron a Babilonia. Nuestras decisiones y hechos tienen consecuencias. El pueblo que aprobaba lo que hacía Manasés no podía protegerlo de los asirios que Dios mandó como castigo.
    Entonces, el malvado rey reaccionó, cuando fue humillado. “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres” (v. 12). No se humilló, sino fue humillado por Dios. Siempre es mejor humillarse que ser humillado (Stg. 4.10; 1 P. 5.6), pero algunos solo aprenden a base de golpes. Alguien dijo: “Si Dios te trata duramente, no es porque Él sea duro, sino porque tú eres duro”. Ahora bien, analizando el caso de Manasés, es cierto que se humilló, pero no está muy claro si se convirtió o no. Debemos recordar que el malvado rey Acab también se humilló (1 R. 21.27-29), y eso no fue una conversión. Nabucodonosor y Darío también reconocieron y temieron al Dios de Israel, pero sin convertirse. Así que, es bueno que Manasés se humillara, y por eso leemos: “Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”. Dios le restauró a su trono (2 Cr. 33.13). Pero queda la duda acerca de su condición espiritual, pues no dice que tuviera fe, ni que fuera justificado como Abraham o David.
    En los versos 14-16 leemos de sus buenas obras, que manifestaron un nuevo temor de Dios de parte del rey. Pero esas reformas quedaron incompletas en dos sentidos. Primero, quitó algo, principalmente limpió al templo y la ciudad de Jerusalén, pero no deshizo todo lo que había hecho para los dioses falsos en los versos 3-7.  Segundo, leemos en el verso 17 que no consiguió reformar al pueblo: “Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para Jehová su Dios”. No querían cambiar, pues eran sinceros pero equivocados. Por la maldad de Manasés el pueblo había pecado de tal manera que pasó el punto de no retorno. Años después, el profeta Jeremías declaró esta triste noticia de parte de Dios: “Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir. Y los entregaré para terror a todos los reinos de la tierra, a causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén” (Jer. 15.3-4). Generaciones futuras iban a sufrir el castigo divino en parte debida al mal ejemplo y el mal liderazgo de Manasés. Lo mismo pasará en las iglesias, cuando en el tribunal de Cristo algunos sufrirán pérdida porque siguieron al liderazgo malo y equivocado, en lugar de obedecer a Dios. Otros, engañados por una falsa profesión de fe, ni siquiera llegarán al tribunal, pues irán al castigo eterno.
    Los versos 18-19 (2 Cr. 33) resumen “los demás hechos de Manasés”, diciendo: “he aquí todo está escrito en las actas de los reyes de Israel” (v. 18).  El verso 19 dice: “Su oración también, y cómo fue oído, todos sus pecados, y su prevaricación, los sitios donde edificó lugares altos y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillase, he aquí estas cosas están escritas en las palabras de los videntes”. Todo está escrito para nuestra enseñanza, para que no repitamos esa triste historia.
    Finalmente, “durmió Manasés con sus padres, y lo sepultaron en su casa” (v. 20), “en el huerto de su casa” (2 R. 21.18), no con los otros reyes, porque su vida era una desgracia. Pero el efecto malo de Manasés no cesó con su muerte, pues había sembrado la maldad en el corazón de muchos, y además, le sucedió su malvado hijo Amón. Debemos reflexionar bien en el temor de Dios antes de actuar, porque para bien o para mal, influiremos a otros. ¡Que el Señor nos guarde de ser como Manasés!       

Lucas Batalla, de un estudio dado en agosto, 2023

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La Voz de Dios

Mervyn Wishart

1. En las tinieblas
No hay mejor capítulo que Génesis 1 para comenzar nuestro estudio sobre la voz de Dios. En sus 31 versos leemos nueve veces: “y dijo Dios”.
    Las primeras palabras habladas en la creación y la inspiración están en el verso 3. “Y dijo Dios: Sea la luz”. Aunque la luz tarda ocho minutos del sol a la tierra, cuando Dios habló, la iluminación llegó instantáneamente: “y fue la luz”. El sol y la luna no fueron creados hasta el día cuatro. Dios creó luz antes de crear la fuente de luz. El escéptico diría: “eso nunca podría suceder”, pero el creyente lo acepta exactamente como la Biblia dice.
    Hay tres textos bíblicos que hablan con sencillez y poder de la obra de creación. Cuando era creyente joven, me ayudaba pensar en ellos juntos.


    ¿Quién es el Creador del mundo?
    “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1.1).
 

    ¿Cómo fue creado el mundo?
    “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Sal. 33.9).
 

    ¿Cómo podemos entender esto?
    “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios” (He. 11.3).
    

    Al sonido de Su voz en aquel primer día de la creación, Dios hizo resplandecer la luz en las tinieblas. Otro día llegó, cuando en las tinieblas del Calvario se escuchó la voz del Hijo de Dios, que gritó: “Consumado es” (Jn. 19.30). En ese momento las tinieblas espirituales desaparecieron y nuevamente la luz brilló.

2. En el huerto
    La primera ocasión de oír un ser humano la voz de Dios fue en el huerto de Edén. Fue un ambiente perfecto, un huerto planificado y plantado por el Jardinero celestial. “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Gn. 2.9). Primero menciona lo placentero – delicioso a la vista, y luego lo necesario – para comer. Para completar la escena idílica, el verso 10 informa: “Y salía de Edén un río para regar el huerto…”. El huerto era perfectamente ordenado. Adán todavía estaba solo, y Jehová Dios le dio la responsabilidad de labrarlo y guardarlo (Gn. 2.15). Notamos que aun antes de la caída, la intención divina era que el hombre trabajara diariamente.
    No nos informa cuánto tiempo Adán y Eva pasaron en feliz comunión diaria con Dios durante el tiempo de su inocencia. El pecado nos roba el gozo de la comunión con Dios, y en cuanto a Adán, esa dulce comunión dio lugar al miedo. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día” (Gn. 3.8). El Señor llamó a Adán diciendo: “¿Dónde estás tú?” (Gn. 3.9). Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Gn. 3.10). Fue una experiencia nueva; una emoción que antes desconocía. Por primera vez en su vida, sabía lo que era tener miedo. A pesar de su hermosura, Edén llegó a ser un huerto de derrota y fracaso.
    En contraste glorioso, la Escritura habla de otro huerto cerca de Jerusalén (Jn. 19.41). Allí el Señor Jesús resucitó el tercer día, muy de mañana, del sepulcro nuevo de José (Mt. 27.58-60). Era un huerto de victoria y triunfo.

continuará, d.v., en el número siguiente

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  DOS COSAS

Hay dos cosas que cada cristiano, si puede, debe hacer cada primer día de la semana. La primera es: recordar al Señor en el partimiento del pan. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan” (Hch. 20.7). La segunda es: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” (1 Co. 16.2). Esto es llamado: “la ofrenda para los santos” (v. 1). El mandamiento tiene la misma fuerza para ambas cosas.                                                                                      

Mervyn Wishart

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NICODEMO,
Y EL NUEVO NACIMIENTO


La prioridad
“Nicodemo…vino a Jesús de noche” (Juan 3.1-2).

¿Por qué “de noche”? ¿Estaba demasiado ocupado de día? ¿No quería que nadie lo viera con Cristo? ¿No quería esperar hasta la mañana? Sea lo que fuere, el punto importante es que vino. Amigo, no posponga más venir a Cristo. Él dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6.37).

La eternidad
“No puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3).

Pareciera que Cristo sorprendió a Nicodemo al decirle: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3, 7). O sea, sin ser hijo, uno no será ciudadano. El futuro con Dios es para la familia de Dios. Si Nicodemo hubiera muerto en ese momento, no habría ido al cielo.

La necesidad
“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3.7).

En el versículo 3 aprendimos que el nuevo nacimiento es la preparación para ir al cielo. Ahora, en el versículo 7, vemos la solución para el problema de la carne. “Lo que es nacido de la carne, carne es” (v. 6). La “carne” a veces es física, pero otras veces habla del principio pecaminoso que opera en todos nosotros (Romanos 7.23). La carne es incorregible. Por eso, Dios la soluciona con “lo que es nacido del Espíritu” (v. 6). Es un requisito, no una recomendación. Solo Dios (el Espíritu) puede dar la vida y la victoria (v. 8).

La responsabilidad
“¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (Juan 3.10).

Nicodemo no se puso a la defensiva al descubrir su falta (vv 3-7). Ahora entiende su falla: no sabía (v. 10), no había recibido (v. 11) y no creía (v. 12). Cristo lo confrontó con su ignorancia, su indisposición y su incredulidad. Era una irresponsabilidad para un “maestro de Israel” (v. 10), porque “si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15.14).

La finalidad
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.14-15).

Irónicamente, para este nacimiento se necesitaba una muerte, la de Cristo. Las personas mordidas por las víboras en el desierto, al mirar a la serpiente de bronce, vivían al instante (vea Números 21.6-9). Amelia Hull lo expresa así en su himno:

“La mirada de fe al que ha muerto en la cruz infalible la vida nos da.
Mira, pues, pecador, mira pronto a Jesús, y tu alma la vida hallará”.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16), lo cual significa nacer de nuevo.

Tomás Kember
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